lunes, 23 de julio de 2007

2 - El Peral

...Le di un billete al realero y bajé del taxi. Ella ya se había apeado y esperaba en la vereda, cuando llegué a su lado, le hice notar que no le quedaba bien andar con las manos en los bolsillos del pantalón, y que tampoco correspondía entrar con esa postura no digna de una piba a un lugar Clase A como el Submarino Peral. Logré que quitara aunque fuera una de sus manos de los bolsillos para realizar cierto gesto con su dedo mayor. Y bueno; algo es algo.
Saludé a la barra, y de primera vi que mi mesa estaba libre. Le señalé el camino a Paulita y la seguí. Cuando pasé frente a la caja le hice la seña del dos al Ruso como diciendo “¿qué tal? Que me contursi la naifa que traje?” Yo se que el camba no se anda agrandando y haciendo alarde... pero al fin y al cabo, un levante es un levante y después de la troja de veces que me tocó entrar al Peral solo como un perro, una gloria me tocaba vivir.
Cuando vino el mosaico me pedí un whiskardo con copetín surtido y le pregunté a mi acompañante si iba a seguir tomando cerveza. La piba agarró viaje, ya de paso le encargué al mozo dos de piza a caballo para dentro de un rato. Ella bufaba y miraba para afuera. Gracias a los ventanales grandotes, en el Peral, el parroquiano mantiene contacto con el trajín de la calle.
Papita va, maní viene, decidí tirarle un nuevo halago poético para tantear el panorama. Le dije que ni todo ese sol que había afuera le rendía el justo homenaje a la belleza de sus ojos. Ahí la mina mandó un ja! se paró, me dijo: “Voy a mear..” y arrancó para el tualé.
Aproveché la maniobra para observar a mi partenaire posteriormente. Llevaba puesto unos Farwest talle especial seguramente comprado en Tienda La Simpática. Era de esas minas Urreta, con toda la pulpa en el fondo. No gorda, pero si culona. Y bue... yo no la quería para sacarle fotografías, precísamente. Me felicité por haberla traido a este boliche, donde le hubieran venido ganas de ir al ñoba en el Torrado corría peligro de muerte.. Uno es bolichero viejo y ha tenido que hacerle gambetas a mas de un sororó que, fétido, yace en el limbo de la taza turca, cuando no un chijo de esos que estampan suelo y paredes, haciendo que uno tenga que pegar una buena respirada antes de enfrentarse a esos efluvios y trate de que la meada sea corta para soltar el aire a la salida. Pero esas no son cosas que tenga que vivir una chiquilina y por suerte el Peral en ese sentido, una garantía: Cada semana y media, el ruso baldea y hasta pone pastillas desodorantes en los mingitorios.